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#HouseOfVans CDMX 2018. LNG SHT y Plastilina Mosh

El Tirolargo de la Plastlina
Por Erick Estrada

Ya a las 9 de la noche House of Vans era un hervidero de gente. Todos iban y venían, algunos patinando, otros ya en la emoción de los actos de la noche, para dejarse llevar por la fiesta después de algunas horas de actividad diurna en los talleres que pudieron vivirse en el imponente Frontón México. 13 de octubre de 2018.

Lo mejor de todo es que no había un color definitivo. Rojos, azules, negros, blancos, gays y heteros, altos y bajos, anchos y unos no tanto, la gama de personas y personajes definía mucho de lo que pasó apenas LNG SHT apareció en el escenario con Cat Scratcho detrás de él, listos los dos para rappear a gusto.

Los éxitos, por supuesto, estuvieron todos ahí, arrancando con el “¿Quén Pompó?” casi cumbiero, casi rapero, 100% bailable y salida del baúl de los recuerdos ochenteros, hasta el “Llaves, teléfono y cartera” en la que ya los invitados de Vans se habían dejado ir, saltando, levantado los brazos, respondiendo al ruido de Cat que cada vez que pedía “¡ruido!” recibía una respuesta de gargantas en llamas.

Naranja y negro, naranja y mezclilla, panza al aire LNG SHT viajó del casi disfraz de Halloween con el que comenzó, a una lluvia de aplausos de aquí para allá y una pequeña lista de leyendas de allá para acá, con la House of Vans dándole duro al salto.

“Romcom” también sonó en los altavoces y por ahí unos hasta se besaban, como si les contaran su historia. Y el sudor y el tambor se emparejaban para sacudir un poco, sólo un poquito las paredes de un edificio histórico no sólo por la fiesta de esa noche sino por todo lo que había detrás: chavos y chavas pasándosela a todo dar en todo el lugar.

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Afuera había mucha gente, adentro poco a poco el espacio de acomodaba y la House of Vans se transformaba de un garage de lujo en película de Jim Jarmusch, con rap y beats de todos colores, a una especie de sala de conciertos a la Wim Wenders, con el hielo seco a toda caña para poner en atmósfera al antes llamado respetable, para subir el volumen del AC/DC que aligeraba la espera y para hacer honor a las paredes negras de esa noche. Gracias al DJ.

Luego, poco a poco, luces violeta. Plastilina Mosh comenzaba a acomodarse en el escenario mientras Rosso de un lado se portaba como un Krafwerk más pero no como un Kraftwerk cualquiera. En la House of Vans esa mitad de la Plastilina era lounge y era bossanova y era Santana en los acordes mientras del otro Jonás le pegaba durísimo a una guitarra que ha chillado no sabemos cuántos conciertos para hacer gritar a los fans más fieles del rockloungelectrofunkadelic más puro que ha dado México, porque la música que está hecha en México está bien hecha.

El “Peligroso Pop” rebotaba en cada rostro de esa noche. El “Human Disco Ball” rodaba por el escenario completo. “MIllionaire” salió de los acordes del Mario Nintendomareado para darle a las caderas libertad de rapop en voz de Jonás. Luego los platillos brillaron chido en “Te lo juro por Madonna” que acercó a la tocada al hard rock más divertido en años.

Y así, poco a poco, del blanco al azul, al verde y la realidad virtual, el vapor de los coros que salían de abajo del escenario sacaban del amabilísimo robot Rosso varias sonrisas inesperadas y del gritantelectrónico Jonás miradas de asombro ante lo que abajo se bailaba o, mejor dicho, de cómo se bailaba lo que estaban tocando.

“Pinche Stereo Band” chingona que nos tocó ver antes del lo acto final de la House Of Vans. Pinche “Afroman” chido que bailó y nos hizo bailar en un fiestón de locura Vans en su propia casa.

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Así no se puede dejar de sonreír y fue la mejor forma de dejar que el aire se calentara para después ver a los Molotov.

Ese es otro cuento.

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