El cine del director danés se ha desarrollado por etapas muy marcadas, podemos apreciar cronológicamente la mutación de sus intenciones fílmicas para adaptarse al cine más moderno, mejor dicho, adaptarse al público joven con una propuesta menos densa pero con la misma calidad artística.
Recuerdo haber visto El Elemento del Crimen y quedar pasmado con la historia sci-fi-horror-policiaco en tonos sepia, especialmente durante la escena dónde la cámara se hunde en un tiradero de cadáveres de caballos, un debut espectacular y escabroso, que a través de la explosividad visual estableció como su sello un nuevo estilo de drama extremadamente psicótico. Dentro de esa misma línea que marca su primera etapa, Epidemic, Europa y Medea solidificarían su reputación como un nuevo genio.
En el punto intermedio nos encontramos con el pináculo de su universo, Breaking the Waves y posteriormente Los Idiotas, mostrarían el lado más perverso de su cine y se ganaría una nueva etiqueta: El Radical.
Durante la trilogía Dancing in the Dark, Dogville y Manderlay, ya está gozando los beneficios de su reputación, solo hay que ver el casting: Björk, Nicole Kidman y Willem Dafoe. Esta etapa es la que menos me gusta, historias y recursos que abusan de la pomposidad del snobismo conviertiendose en un punto muerto dentro de su trayectoria.
Después de la intensidad emocional, el sufrimiento histérico, el masoquismo y el abuso llegamos a una arista muy particular que conectará su pasado con la etapa actual del director; “El jefe de todo esto”, una de las comedias más ácidas y vigentes que existen sobre el mundo de los oficinistas y los corporativos. Esta película junto a la serie de terror “El Reino”, son dos momentos únicos en su repertorio que dejan ver su versatilidad.
Se podrá cuestionar la calidad de Von Trier juzgando sus últimas películas; Anticristo, Melancolía y Nymphomaniac, pero esta etapa de su carrera es el triunfo de un creador que surgió del cine de culto para convertirse en un rockstar del celuloide, un instigador y provocador de las buenas formas artísticas.
Considero sano que el director se relaje como creador, no todos pueden ser Dreyer o Yasujiro Ozu, cineastas que mantuvieron una sentido de integridad toda su carrera, por así decirlo. Ellos pertenecieron a una época del cine muy diferente y tal vez más sana que la nuestra. Que el director apunte a un sector comercial es una decisión más complicada que seguir regocijándose en la gloriosa trasgresión de Los Idiotas y el Dogma 95, o peor aún sería llegar a convertirse en un viejo pedante como Godard, eso sí que me indigna. Transformar su obra para que no solo los “iluminados” y freaks lo aprecien es el reto más ambicioso que pudo imponerse como director.
Así llegamos a La casa de Jack, el reciente estreno al igual que sus 3 predecesoras, es un collage de sus trucos visuales y narrativos que ha cosechado a lo largo de más de 30 años de carrera, su contribución al cine ya la hizo, ahora es tiempo de divertirse.
Había escuchado muchos comentarios negativos sobre la película, además de tener presente la ya inamovible atmosfera de desmérito sobre Von Trier, y como fan me urgía verla. Desde el inicio uno nota que el formato es exactamente el mismo que Nymphomaniac, incluso la música es utilizada de la misma forma, -excelentes selección de tracks que se convierten en leit motive-, no existe algo nuevo que valide su renombre; claro que el guión es interesante, claro que te hará saltar un par de ocasiones, claro que te provocará repulsión otras tantas, todo va conforme a lo establecido sin convertirse en algo que valga la pena comentar, en efecto, los detractores tienen razón todo es predecible y bla, bla, bla… pero una vez que Matt Dillon salta en un vortex a la Lewis Caroll y entramos a las entrañas del infierno bajo efectos especiales tomados de las Crónicas de Narnia, la película se concibe de una forma diametralmente opuesta; aplausos para el genio que apuesta por un nuevo cine menos pretencioso y más libertino.
Como punto de referencia, pensaba en la batalla con súper poderes en un universo 3D que aparece en The Holy Motors de Leos Carax, otro gran ejemplo de un director que se atrevió a dar el paso del cine serio, perfecto y riguroso como su cinta “Mauvais Sang”, para crear a Merde yTHM.
Lo único que queda por decir es que tienen que verla, se van a divertir mucho y tal vez también les fascine esta nueva versión de Lars “The Bad Boy” Trier.