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#HouseofVans Panteón Rococó, ska e ideología al ras del pavimento

#HouseofVans Panteón Rococó, ska e ideología al ras del pavimento

Wenceslao Bruciaga 11 octubre, 2018

La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el ambiente mexicano a mediados de los noventa sacudió muchos territorios, desde luego, el piso político fue el primero en recibir el chingadazo, fracturando los efectos de un sexenio cuyos huesos históricos no volverían a encontrar una articulación redimida por la población afectada sobretodo por la crisis económica del 94, el tristemente célebre error de diciembre.

Las ondas expansivas del terremoto ideológico del EZLN cimbró aspectos identitarios, culturales y hasta sexuales, como recuerda el álbum fotográfico de  la Marcha del Orgullo del 1995 del entonces Distrito Federal, que muestra pectorales desnudos, travestis o sadomasos portando el icónico pasamontañas que caracterizaron a los zapatistas y su carismático representante: El SubComandante Marcos, como una forma lúdica, erótica y provocadora de manifestar su simpatía a un movimiento que reivindicaba a las minorías mexicanas. Es legendaria la foto de un chico en pose retadoramente afeminada con el pasamontañas bien montada masticando una rosa.

Fue justo en ese mismo 1995,  en medio de la  combustión y confrontación de pensamientos disidentes frente a hegemonías políticas que se resistían a si quiera cuestionar sus prácticas detonantes de injusticia y desigualdad, que surgió El Panteón Rococó, un combo que anteponía el ska y el sentir cotidiano de las clases medias y populares, en principio chilangas, como inspiración y estandarte musical con la fiesta y el baile como manifiesto y que sigue vigente hasta nuestros días, aunque el anuncio de su sencillo “El último ska” desatara duelos innecesarios.

Oriundos de los pasillos de la Prepa 9 de la UNAM en territorio Indios Verdes, el Panteón Rococó , cuyo nombre es un extracto de El solitario cocodrilo del panteón rococó, obra teatral de Hugo Argüelles que en descarnada clave de tragicomedia, desmenuza una comunidad típicamente mexicana, con todas sus virtudes y vicios y personajes inevitables del imaginario nacional, el grupo se hizo de una reputación aparte de la predecible lógica del rock nacional.

Desde la elección del bautizo para la banda, estos skatos tomaron las riendas, de los instrumentos y el futuro de su propuesta casi con la misma fuerza que un mural de Siqueiros, si algo ha caracterizado al Panteón desde su punto cero, es la convicción de poner el instinto musical en el pulso de un país de contrastante orgullo como lo es México, por eso su sonido es casi una emancipación del rock para liberar notas que se sientan más cercanas a la realidad, al pavimento, ritmos chilangos, familiares, como el traqueteo de las caguamas cuando chupas con tus vecinos en la esquina. A eso suena el Panteón Rococó.

Sus letras son meditaciones apuntaladas desde la cotidiana sencillez de las ciudades mexicanas, que afrontan las quincenas de frente a la deteriorada aspiración de mejorar las cosas que tanto mueve a las clases medias; lidiar con la opresión de la rutina laboral que explota a las clases trabajadoras con pocas opciones para un bienestar digno…

Pero luego vienen las trompetas, convulsas y esperanzadores, más el frenesí de la batería, recordando  que no todo está jodido, que al final del callejón habrá alegría, liberadores chingadazos en las ruedas del slam, brincos y patadas voladoras.

El pavimento no siempre es ese pedazo de realidad gris, agujereado de tanto bache, también puede ser la pista de baile más esperanzadora del barrio, el suelo de una iglesia de concreto sin futuro, pero con el presente muy latente en la chela y en la diversión. La fiesta como misa de salvación y fuente de la juventud.

Porque a pesar de más de 20 años, el Panteón sigue con la llama de la juventud encendida.

Cada que suena  La Carencia en sus toquines, el público empieza a brincar eufóricos e identificados con la historia de ese personaje que no quiere ir a trabajar, el reloj checador en el bolsillo, sin mucha diferencia entre los que recién acaban de votar y los cuarentones que quizás ahora, además de salir adelante satisfaciendo las necesidades propias, tengan que alimentar hijos, comprarles uniformes y medicinas cuando enferman.

El Panteón Rococó es una banda que se ha hecho de un muy respetable lugar en la historia del rock nacional, por su convicción de no huir de la cruda realidad dejándose llevar por influencias trendy que aseguran evasiones artificiales, su vigencia es inherente a la historia contemporánea de México pues para bien o mal, poco ha cambiado la realidad en los años de existencia de El Panteón, 23 años en los que la desigualdad parece radicalizarse y la violencia nos envuelve catastróficamente.

Su paso por el rock no es asunto de fama, o de rockstarismo predecible. El éxito, sus enérgicas giras en el extranjero pero sobretodo, la lealtad de sus seguidores, se debe al compromiso de El Panteón con dar voz al pavimento menos privilegiado de México, contando sus historias y desamores.

De dice que México atraviesa por tiempos de cambio que pueden cambiar las cosas a mejor.

Mientras tanto, tenemos el Panteón, para recordarnos que la realidad es lo único que tenemos.

Con todo y sus fiestas. Y ska. Mucho ska.

 

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