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#VansBookClub New Order, Joy Division y yo de Bernard Sumner, De aquí al Corona Capital

#VansBookClub New Order, Joy Division y yo de Bernard Sumner, De aquí al Corona Capital

Wenceslao Bruciaga 31 octubre, 2018

Soy de esos blasfemos que considera a New Order superior a Joy Division. Y mucho me temo que el libro de Sumner confirma mi caprichosa teoría, sobretodo cuando él mismo confiesa que de no haberse puesto la soga al cuello, Ian Curtis hubiera abandonado el grupo para abrir una librería de usado o cualquier cosa relacionada con la literatura.

 

Por los booklets y entrevistas y reportajes, siempre pensé que el culpable de que New Order se convirtiera en un ícono de los extended version en 12 pulgadas era Hooky. Y según Sumner, Peter Hook fue el más obstinado en mantener al nuevo orden alienado al rock de guitarras básicas y el cliché de la fanfarronería. Es fascinante y reveladora leer la transición hacia New Order después del suicidio de Curtis. Lo complicado de superar a un vocalista que se había convertido en tiempo récord en un pesado estigma. Sumner admite sin culpas que Movement, el primer álbum oficial de New Order, es su menos favorito, por “fatalista”, pues el fantasma de Curtis y su forma de ver al mundo aún merodea entre los tracks. En cambio, sus palabras contagian un paroxismo emocionante cuando recuerda la primera vez que visitó clubes dance de Nueva York como el Peppermint Lounge, el Mudd Club, Area, Tunnel, Palladium y como el sonido electro dance de esos antros influyó de tal forma que la embriaguez de un futuro bailable zanjó el destino de New Order mientras que Sumner construyó sus propios sintetizadores caseros.

 

Bernard resultó ser estupendo escritor, o cronista si se quiere, muy en el ritmo del nuevo periodismo, articulado, lúcido, con penetrante capacidad de reflexión pero sin chorizos barrocos y, algo que en lo personal siento cobra dimensionas provechosas, manteniendo sana distancia con las historias de éxito: Sumner y Peter Hook nacieron y crecieron en el barrio de Salford, de los más pobres de Manchester, al norte la ciudad, habitados por la clase trabajadora. Sus recuerdos de Alfred Street llegan a tener ecos que acongojan, en la usanza de Mark Twain “Los Ángeles produjo a Beach Boys. Dusseldorf produjo a Kraftwerk. Nueva York produjo a Chic. Manchester produjo a Joy Division” escribe Sumner; y excesos propios de los rockstars, que los hubo, sobretodo durante la grabación del Technique en Ibiza, en la que abundaron las borracheras y las pastillas de éxtasis en fiestas que duraban tres días más otros dos de cruda y en los que el estudio de grabación solía quedar tapizado de botellas de cerveza vacías y vómito mezclado con sangre, producto casi siempre de los sonsacamientos de Bez de los Happy Mondays. Sumner nunca lo dice (pocas veces se agradecen la auto contención en los libros de memorias, este caso es uno de ellos) pero se nota en su entusiasmo, y las decenas de páginas que le dedica, que junto Get Ready, Tecnique es su álbum favorito y para mi, el mejor de New Order. Incluyendo su pasado con Joy Division.

 

Aunque me hubiera gustado saber más sobre las aventuras alrededor de álbumes como el Power Corruption and Lies o el Low-life y de haber sido el editor, habría cercenado buena parte del anecdotario de Factory Records y The Hacienda, aunque entiendo la necesidad de Sumner por contarlo, pues gracias a las ganancias económicas de New Order, The Hacienda es probablemente el club más emblemático de la historia nocturna de la Gran Bretaña.

Hay un momento, como de ilusión óptica, en que el libro de Sumner parece sustentarse en el objetivo de desmentir los arrebatos de Peter Hook que provocaron su salida del grupo y en una serie de desplantes como publicar canciones de Joy Division inéditas, comprar el registro de autor de The Hacienda, giras con setlist New Order más fiestas dj y otros arranques mercadotécnicos que serían la delicia de cualquier chismoso.

“New Order, Joy Division y yo” por Sexto Piso es un libro  que de algún modo desmitifica lo que podría ser la tragedia más afortunada del rock a la par que confiesa, en frontal modestia, el ethos de su genialidad: punketos que por los duros madrazos de la vida, terminaron componiendo piezas electrónicas, altamente bailables.

 

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