En este mundo extraño y fatalista existe un sentimiento tan complejo que se cierne sobre los paradisíacos límites de la felicidad y la tristeza, o hasta de la propia vida y la no existencia. A veces es tan simple que solo está ahí sin ninguna razón, y así como vino se va. Muchas veces sin despedirse, y no es que te hubiera saludado. Es este mismo sentimiento inexorable que Julia Pott abstrae de forma minimalista para darle vida a un mundo imaginario no tan distante del nuestro.
Lleno de vida – que no es sinónimo de felicidad – las animaciones de la ilustradora canadiense entablan un discurso crudo, y a la vez cálido, sobre las peripecias del amor en la vida misma. Un diálogo que no se expresa bajo expresiones planas y sencillas como un simple te quiero, más bien sobre la suma de factores y circunstancias en las que se pueden obtener sentimientos que están ligados al amor; porque tampoco es tan sencillo, ¿o sí?
Un mundo de bestias donde se originan tres historias encarnadas sobre las relaciones amorosas, pequeñas mini películas que bien pudieran encajar en tus propias experiencias del 14 de febrero.