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#Icons Entrevista exclusiva con Guillermo Osorno

Hasta antes de Tengo que morir todas las noches, los libros de periodismo narrativo sobre cultura pop y/o cultura alternativa azteca eran un bicho raro en el panorama narrativo mexicano. Por supuesto existen las grandísimas crónicas de Novo, Monsiváis y el fenomenal Luis Spota, pero se mantenían direccionados a una vena más sociológica, en un sentido barroco y nacionalista. Quizás Spota fuera un eslabón hacia formas más importadas

El libro del periodista Guillermo Osorno es un fascinante documento alrededor del mítico Bar Nueve y su estrambótico dueño y fundador con aventuras dignas de cualquier guión de los hermanos Cohen. El Nueve fue un club nocturno que durante los ochenta y los primeros noventa, sentó los precedentes para el clubbing capitalino que gozamos actualmente, un local en el que la diversidad sexual, el glamour bizarro, la vanguardia extravagante y la música paralela al mainstream hacían de ladrillos culturales, en el 9 se gestaron bandas de rock icónicas para el espectro mexicano, movimientos de arte adelantados a su tiempo, editoriales independientes cuando lo indie era un rincón del que no había escapatoria.

Osorno escribió este delicioso libro que describe con precisión deliciosa los olores, excesos y sintetizadores de un México en ebullición retro futurista en plenos ochenta, y aún cuando han pasado cuatro años de su publicación, su viaje en el tiempo goza de una vigencia pulsátil y fiestera y aquí conversamos en exclusiva para Since66 sobre la evolución de la fiesta nocturna en lo que duramente mucho tiempo fue la ciudad más grande del mundo.

Hace cuatro años que salió el libro y la verdad es que sigue despertando una fascinación tal, que lo hace un título vigente, sobretodo en lectores muy jóvenes, ¿a qué crees que se deba?

Yo creo que en parte porque el libro si estaba pensado para dirigirse a los lectores jóvenes, y no sólo a las personas que habían vivido aquella época que se captura en el libro. Creo que los lectores más jóvenes pueden encontrar en libro algunas claves culturales para entender el momento en el que viven. La otra cosa es que apela, según yo, no sólo a un público gay sino a todos aquellos interesados en la Ciudad de México, o en temas musicales o en política cultural…

En efecto, fue, es, un libro muy versátil, además del recorrido histórico, el retrato de una época muy particular en la Ciudad de México, también se posicionó como un título de literatura gay, por decirlo de algún modo… ¿cierto?

Así es, y de hecho me parece que está bien. La otra que pasó es que paralelo al libro, empezaron a salir muchos documentales sobre el Bar 9, Henri Donnadieu (dueño del 9) publicó sus propias memorias (que no he leído) y he visto que los siguen entrevistando a partir de las anécdotas que cuento en el libro. Todo eso ha hecho que la gente tenga un punto de inquietud y busque el libro.

No crees que cuando leen tu libro, ¿se percaten que la actual vida nocturna está “atorada” y eso propaga la idea de que hay un libro de Guillermo Osorno que cuenta como era la vida nocturna en el pasado? Algo así como boca en boca, digital en estos tiempos, motivado por una añoranza que no vivieron…

Puede ser. Pasa, que ya no salgo de noche. La única vida nocturna que sigo frecuentando es la que existe en la calle de República de Cuba, allá en el Centro Histórico. Y pues es lo mismo que hace cuatro años que salió el libro. No hay nada nuevo. Pero, sí entiendo que el resto de la vida nocturna capitalina se fragmentó, se hicieron burbujas, y eso si es muy aburrido, porque no se apuesta a la diversificación, si no a una especie de condescendencia dónde sólo quieres ver lo que te apetece. Una Gratificación muy consentida…

 

 

Recuerdo que cuando recién publicaste tu libro, hace cuatro años, me decías que habías tenido especial cuidado en no caer en la tentación de la nostalgia, que los tiempos pasados fueron mejores, pero creo que eso que cuidaste mucho en no decir, lo dicen los lectores jóvenes de tu libro, ¿a que crees que se deba esto?

Se me hace que es una actitud hipster. Algo que está en el ADN de estas nuevas generaciones. Y la otra cosa es que en efecto es cierto, creo que ya no existen antros al menos con esa combinación que tenía El Nueve que era un lugar gay pero al mismo tiempo un centro cultural en el que todos tenían que ir si querías ser visto y percibido como una vanguardia, porque sólo en El Nueve podías escuchar un determinado tipo de música y a determinados personajes. Desde luego, que ya no existan antros como El Nueve tiene una explicación lógica, hoy es más fácil obtener información de todo tipo, ya no es necesario tener que ir físicamente a un antro en específico o cualquier lugar para descubrir nuevas cosas y ver lo que está pasando, Ahora bien, si veo ciertos fenómenos que todavía me interesan, Por ejemplo, de repente hay un centro cultural en la Juárez en cuyo sótano montaron un antro, algo muy loco que se llama Yu YU; las fiestas de Traición también se me hacen súper interesantes, eventos que me siguen sorprendiendo. La última fiesta de Traición en la que estuve, en algún lugar de la Roma, e sorprendió para bien, tiene algo que no había visto y es que como 30 o 40 % de los parroquianos son extranjeros, ese circuito no se de donde vino, pero me queda que es algo representativo de como se está moviendo la Ciudad de México. Lo que me gusta de fiestas como Traición es que se ha sabido globalizar muy bien, ya no son sólo fenómenos locales.

Hace poco fui a una fiesta de música que se vendía como la más exclusiva, la más vanguardista, la más Mazinger Z… la más reata pues y una vez ahí no estaba mal, pero creo que los esfuerzos estaban casi en su totalidad enfocados a mamonear insufriblemente en la entrada, en la pose y no tanto a la música y el reventón en sí, pensaba que el 9 era menos pretencioso en ese aspecto. Quiero decir, que la vanguardia era más espontánea. Y real…

El 9 también era muy pretencioso. Justo en la última fiesta de Traición hubo un performance que me recordó mucho al 9, porque era una performance medio naïve, medio mal hecho, pero con mucha inspiración e inflado. Tenían un look interesante y visualmente muy potente pero como performance no era nada. Pero vamos, era divertido y eso siempre se agradece porque me recordó el 9…

Cuatro años suena poco, pero para estos tiempos vertiginosos, las cosas han cambiado mucho y de forma muy radical, por ejemplo, cuatro años han bastado para que el cuestionamiento entre lo políticamente correcto e incorrecto cobrara forma de tsunami y no dejo de pensar incluso en esos tópicos el 9 posee un valor nostálgico irrecuperable…

De algún modo si, porque en el 9 sucedían cosas que hoy serían muy criticadas, por ejemplo cuando seleccionaban a las personas que entraban, no era clasista pero si con algunos estereotipos de belleza, que hoy sera altamente condenable y bueno, el 9 no trataba de incluir a todo el mundo, sino solamente aquello que fuera efervescente. Y bueno, la cultura cambió, hoy se vive en pensamiento políticamente correcto, todas las minorías están representadas y están en conflicto, pero es parte del proceso que se está viendo y supongo será benéfico…

 

¿Cómo sobrevive el periodismo narrativo en tiempos de vorágines digitales, apps, redes sociales, fake news?

Sigo pensando que el periodismo narrativo cumple una función, sobretodo contextual y explicativa. Lo que tiene de valioso es que te da el panorama completo, y además, hace que te des una inmersión en el momento, la cultura que se describe y que salgas distinto tan sólo por conocer algo que no estaba en tu radar. Ahora pasa que la gente lee más lo que se encuentra en internet, y que es el reino de los fake news en el que se inventan cosas y se viralizan y se convierten en verdades empujadas por intereses ocultos. Ahora que, también es cierto que el periodismo narrativo, como generó,  cayó en una especie de desprestigio porque hubo ciertos excesos que en nombre del periodismo narrativo se hicieron y que tuvieron que ver con interpretaciones chafas o con disfrazar una investigación rigurosa con buena prosa. Pero la verdad es que ahora extraño el periodismo narrativo, hay muchas historias que contar…

El #VansBookClub es una sección de reseñas y recomendaciones de libros: ¿qué títulos sugieres leer de buen periodismo narrativo Hecho en México?

La crónica que hizo Julián Herbert en La casa del dolor ajeno sobre los 303 chinos desaparecidos en Torreón es muy bueno.

Otro: el nuevo libro de Jorge Volpi, Una novela criminal, Premio Alfaguara, sobre el caso de Florence Cassez que tiene unas primeras 150 páginas deslumbrantes.

Me gusta el libro que hizo Leo Tarifeño, Extranjero siempre, crónicas nómadas, que incluye una crónica del Metro de la Ciudad de México muy interesante, me gustó mucho.

También el de Fernanda Melchor, Aquí no es Miami, tiene crónicas muy inquietantes en la que todo funciona perfectamente.

 

Fotos: David Bas

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