Dando el rol por la (P)Mortales o Coyoacán, sobre los ya tapizados muros y lienzos infinitos de la ciudad, era seguro que te cruzaras con la firma de Dye. Hablo de hace unos años y la verdad no se cuanto tiempo llevaba, ya de antes, dándole al graffiti. Inicio simple pero pegajoso, un tag de su seudónimo acompañado casi de su inseparable amiga; una cabeza de rata dibujada en una alocada perspectiva que asomaba su muñón por la parte trasera. Hablaba de muerte, a modo de burla o ironía, tal vez no pero si que tenía cierto encanto encarnado para la sobriedad de las calles.
De alguna forma algo me decía que intentaba decir más que lo que se leía en sus letras, plasmar un especie de pictograma urbano que se pegara al subconsciente. Arrojar algo perecedero que te encontrarás casi por casualidad.
Ya con el tiempo, y como todo, se empezó a transformar y buscar algo más que le permitiera explorar la gráfica urbana; meterle más color y nuevos personajes que moldearan un discurso que solo él conoce. De repente ya había perros buena onda, vampiros aguerridos y una que otra mal forma interesante. Los spots, uno tras otro, ya no resisten y siempre salen nuevos. Y si no los crea.
Aunque ahora su estilo lo lleva a hacer siempre cosas diferentes, ya lo ha trabajado lo suficiente como para ubicarlo y saber que se trata de el cuando lo ves por la calles sobre un muro o un camión. Se ha convertido en un huésped de la ciudad, de la más grande y ahora aparece en todos lados. Un poco de eso se trata el graffiti; de la omnipresencia.