Sabrá Dios si Trent Reznor llegue al Corona Capital 2018 con la tradición de sellar el encore al ritmo de los tiroteos de láser industrial, dignos de cualquier balacera cyberpunk, decadentemente bailable de Head like a Hole, el primer track del Pretty Hate Machine, debut de la banda en 1989 y para mi, el mejor disco de las Uñas de 9 pulgadas. Seguido, eso si, magistralmente por el ep de culto Broken, de 1992.
De hecho, en el prólogo del libro escrito por la periodista seleccionada por Bloomsbury Publishing para la colección 33 1/3, Daphne Carr, paisana de los NIN originales, Ohio, aunque Reznor es oriundo de Pensilvania, empieza recordando los tiroteos de la terrible Masacre de Columbine para trazar una perturbadora carta astral en el que las canciones del Pretty Hate Machine, que hablan sobre distopias de insatisfacción tecnificada, ladrones ideológicos, hipocresía social y religiosa en tiempos de consumismo sanguinario y armas como juguetes, vaticinaron de algún modo, las consecuencias de una sociedad obsesionada con alcanzar el american dream a costa de la deshumanización funcional, hasta explotar con terribles acontecimientos como los de Columbine.
Un prólogo en el que Carr también hace de abogado defensor de la Trench Coat Mafia o Mafia de las Gabardinas, tribu urbana conocida por sobrevivir al aislamiento, o bullyng, escolar escudándose en gabardinas oscuras y escuchar música de tendencia nihilista, e industrial. Cuando se supo que Eric Harris y Dylan Keblold, los asesinos de Columbine, eran seguidores de la música de KMFDM, el género industrial, según Carr, padeció la ilógica estigmatización de los erróenos silogismos morales, las generalizaciones absurdas. Por un tiempo, un adolescente de gabardina negra escuchando el Pretty Hate Machine era considerado sospechoso de matanza estudiantil.
Así de brutal empieza el ensayo para la 33 1/3.
Pues a diferencia de la mayoría de los libros de la colección 33 1/3, especializados en el periodismo de un sólo álbum y que suelen basarse en inspiraciones y anécdotas de estudio, Carr enfoca el libro en dos ángulos para explicar la identidad, e importancia, del Pretty Hate Machine: la infancia de Reznor en la zona este de Ohio, asolada por las imponentes fábricas de plástico y goma con su pintoresca aportación de contaminación al paisaje y obreros de orgullo alcoholizado sin salida, y entrevistas con los fanáticos de NIN, acaso los más góticos y darkis, que confiensan como el Pretty Hate Machine oscureció sus almas casi para siempre, aún con más presición que las típicas bandas de olanes y maquillaje blanco.
Pretty Hate Machine fue el primer álbum de estudio de los Nine Inch Nails, una especie de soundtrack a las atmósferas del escritor cyberpunk, William Gibson, potentes y quebradizas, como fallas mecánicas deliberadamente terroristas de fábricas futuristas y decadentes, y que le ganaría excelentes críticas por su sonido dance-industrial poco explorado en la Norteamérica de Reagan y que definiría cierto grado de imagen y postura musical de la banda de cara al rock alternativo que empezaba a llamar la atención de los grandes corporativos en aquel 1989.
Aquellos que se hicieron fanáticos de los NIN con este disco suelen exigirle a Trent Reznor un par de sus canciones, además de la emblemática Head Like a Hole, cosa que no siempre sucede pero uno nunca sabe, quizás el Corona Capital del 2018 pueda ser una caótica excepción.
Muchos conocieron a los NIN por el trancazo de primeros lugares que ganaron los sencillos del Closer y Hurt, otros llegaron a las letras de Reznor gracias al cover de Jhonny Cash que muchos califican de superior a la original, curislería con la que para nada estoy de acuerdo por cierto y háganle como quieran, y el resto llegaron a ellos en ese lapsus en que el tiempo y el éxito, diluyeron la reputación labrada gracias a la brutalidad del Pretty Hate Machines, disolviéndose en una discografía pretenciosa cuando no irregular o simplemente, cumplidora a medias, quizás para ellos, el libro de Carr para la 33 1/3 se un buen modo de llegar a las raíces de una de las bandas sin las que los noventa simplemente no sonarían igua y entender uno que otro guiño que seguramente habrá durante su presentación en el próximo Corona Capital 2018.