El Festival Iberoamericano de Cultura musical Vive Latino es una fiesta enorme donde toda la raza va con un solo propósito. ¡Rockear durante dos dias seguidos!

El primer día estuvo lleno de locura de principio a fin. Se sentía la buena vibra en todas partes y a todas horas. En el público la energía colectiva te ahogaba en una clase de éxtasis mientras todo el foro Sol coreaba eufórico las rolas más entrañables patrocinadas por grandes bandas como Molotov, Panteón Rococó o Morrissey (gracias al Dios del Rock por lograr que no cancelara este año). Aprovecho para dejar en claro una cosa: disfrute del concierto del ex vocalista de The Smiths, pero lo que no disfrute para nada fue que obligara a los puestos de comida que vendían carne a no poner a nuestra disposición este producto ¡durante tres horas! Mi estómago es sumamente carnívoro por lo que sufrí un poco, pero valió cien por ciento la pena.

También quiero hacerle una mención honorífica a Noel Gallagher and the High Flying Birds por su increíble espectáculo, disfruté cada segundo de su show, pasando de la melancolía a la felicidad total cuando a todo pulmón todos los que estábamos presentes coreábamos “Wonderwall”. Un momento inolvidable para quienes no pudimos ver a Oasis.

Atrás del escenario la cosa no era diferente. Tuve la oportunidad de poder convivir y entrevistar a los músicos Backstage y déjenme decirles que la vibra en esta parte del festival también está llena de energía. Gracias a esta experiencia me di cuenta de dos cosas que tienen en común los artistas y el público que asistieron a esta edición del Vive Latino:

La primera es que tanto ellos como nosotros, nos ponemos nerviosos minutos antes de que salgan a tocar, y en el momento en el que están parados en el escenario, la piel de ambos se pone chinita y la energía aumenta a un ritmo anormal.

La segunda cosa de la que me di cuenta es que los músicos que asistieron al festival también son fanáticos de otros músicos (si, también les piden fotos, autógrafos y toda la cosa), no se sientan mal la próxima vez que se topen con su artista favorito y les de pena pedirle una foto, porque ellos también lo hacen.

El segundo día me dediqué más a disfrutar de la fiesta, así que hice lo obvio, y al momento de entrar mi primer acción fue comprarme una chela bien fría. Ya con mi chela en mano comencé a caminar sin rumbo entre la gente y parándome en cada atracción o tienda que el festival ofrecía. Me llamó mucho la atención que esta es la primera vez en el Vive Latino donde hubo un área exclusiva para niños (obviamente no me metí ahí, no quería perder ni un segundo), pero se me hace interesante mencionarlo. Seguí caminando, y paré un rato al Stand de Vans a tratar de ganarme unos boletos para intercambiarlos por algún artículo cool, y a pesar de mi esfuerzo, sólo me alcanzó para unos lentes; me di cuenta que soy muy torpe para juegos de destreza.

Continué caminando y pasando de escenario en escenario, escuchando música de todo tipo. Algo que se me hace genial es la mezcla de géneros que te puedes encontrar en este festival, realmente terminas descubriendo muchas bandas que probablemente no conocías, pero que terminas por buscarlas y alimentar tus playlist con rolas nuevas. Y así, todo el día seguí haciendo tiempo entre amigos, atracciones y bandas para finalmente llegar al momento que estaba esperando todo el día, el momento que todos estábamos ansiosos que llegara:  Gorillaz hizo su aparición en el escenario principal ¡portando máscaras de luchadores!

La gente se volvió loca (y yo con ellos) fue un momento inolvidable en el que todo el Vive Latino parecía una sola entidad acompañando a la banda liderada por Damon Albarn en el repertorio de canciones que nos tenían preparados. Ahora sólo puedo decir que me quedo con la grandiosa experiencia de haber escuchado “On Melancholy Hill” en vivo y de haber vivido uno de los festivales más chingones de lo que va del año. Estoy ansioso por ver con qué sorpresa nos enamora el Vive Latino el próximo año.