Una de las razones por las que nos encanta el skate en Since66, a pesar de que no todos lo practicamos ya, son las caídas. Golpes directos en el piso después de fallar un trick, madrazos por falta de equilibrio o salir volando de una rampa al no planchar, son algunos de esos aspectos que nos generan sentimientos encontrados: nos apretamos cuando vemos que el trancazo viene inminente, nos preocupamos en esa fracción de segundo posterior al impacto esperando que nadie se haya lastimado gravemente, y nos aliviamos y aplaudimos cuando los riders se levantan y le siguen dando. Nuestro gusto por ver a los skaters superarse es quizá parte de la atracción de ver ranazos.

Cuando vemos que a un skater le pasa alguna de las anteriores, ese loco con tabla se para en chinga con mayor ímpetu para bajar el trick. Sale una rabia por conseguir lo visualizado en su cabeza por más mínimo que sea, no importa si es un ollie. Un enojo desprendido por superarse a si mismo que va relacionado con no quedarse conforme y quedar desparramado sobre el piso. Parecería un fetiche sentir el duro asfalto o cualquier material juntarse con el cuerpo, pero todo sea para, por lo menos, decir: “lo intenté” o “ahuevo, lo logré”. 

Es que tenemos mucho que aprender de este deporte y aplicarlo a nuestras vidas; no rendirse. Bien lo decía Teenage Bottlerocket: “Don’t be a pussy, there’s no need to cry…skate or die”.

Les dejamos uno shoots con las mejores caídas del Vans Royal 2018.

Héroes, todos. Les agradecemos el esfuerzo: