Vamos a 1987. Un mundo en el que el SIDA, una de las peores enfermedades que han atacado a la humanidad golpeaba con saña y violencia a la comunidad homosexual. Un mundo en el que la visibilización de lo trans era prácticamente nula en medios de comunicación como el cine. Un mundo en el que se celebraba una fiesta que se cruzaba con corrientes de culto a la personalidad, con la globalización ultracapitalista que ahora nos ahorca disfrazada de empresas transnacionales. El de 1987 era un mundo en el que la Guerra Fría contaba aún con uno de sus mayores símbolos, el Muro de Berlín. Pero en el que también se respiraba ya el cambio aunque no necesariamente a un mejor futuro.
En ese 1987 la cultura española vivía el epílogo de la famosa “Movida”, una reacción festiva, exasperada, orgiástica, escandalosa y libertaria casi anárquica al muy triste periodo de aislamiento y carencias de la dictadura franquista.
En la famosa “Movida” (es decir, en la que se hizo famosa porque hubo otra) hubo desde músicos hasta pintores, diseñadores de moda, performancistas y por supuesto cine. Buena parte de ese cine daba espacio, visibilidad, importancia a la comunidad gay y uno de los directores más famosos de esa Movida (insisto, la que se hizo famosa) jugó el papel de catalizador de decenas de figuras y sub corrientes, al mismo tiempo de ser protagonista tanto de la agitación cultural como de la parte gay de la misma: Pedro Almodóvar.
Para 1987 Almodóvar había filmado más o menos 12 cortos y se había hecho famoso con trancazos del tamaño de Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón, Laberinto de pasiones, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Matador. Y el mundo comenzó a dar nuevas señales.
En ese año el nombre de Almodóvar se ligó al de La ley del deseo, su nueva película y, como dije antes, probablemente la señal clara de que la fiesta de la Movida se empezaba a quedar sin hielos. No se trata de una disminución en la calidad sino el hecho de que la película plasma con certeza y dirección el complejo mundo que se levantaba después de que la bota franquista desapareciera del todo, pero también de que esa fiesta y el desparpajo que le regaló al mundo no iban a durar para siempre.
Por un lado queda en ella la representación más variada de la comunidad gay en muchos cines, de primer mundo o no. Son contadas las películas de esa época y de ese año que en una sola anécdota tengan juntas a la homosexualidad, a la bisexualidad, a la transexualidad, a las familias lejos de la norma heterosexual y que al mismo tiempo hablen de las oscuridades que las relaciones humanas tienen siempre que la pasión se descontrola (¿era ya la movida una pasión descontrolada?): los celos, la obsesión sexual, actitudes posesivas, la cosificación del otro, el crimen tamizado de pasión.
Desde su título La ley del deseo apunta ya para ambos lados. Primero para el amor lujurioso, al enamoramiento de la persona, el querer y el desear así, sin adornos. Pero también al amor loco, al suicida y al homicida. Y en medio están todos o muchos de los personajes que hoy afortunadamente se visibilizan cada vez más. Todo en el tono Almodóvar.
Antes de La ley del deseo el cine de Almodóvar era más anarquista, más lúdico. Los tiempos lo requerían y reflejarlo era lo natural aunque ocurriera de forma no premeditada. Desde La Ley del deseo Almodóvar dejó entrar otros aires, a veces oscuros. Lo significativo de la película es que, como en pocas, Pedro aprovechó a la posmodernidad para dar espacio a estos personajes y narrar con ellos. Como prueba del cambio de rumbo y de la entrada del cineasta a una nueva etapa simplemente hay que mencionar el nombre de sus tres siguientes películas: Mujeres al borde de un ataque de nervios, la hoy muy incorrecta ¡Átame! y Tacones lejanos.
No es la mejor película de Pedro Almodóvar. Pero hoy es una película que nos dice que ha habido intentos por hacernos ver las ventajas de abrazar las diferencias y de ciertos peligros que surgen cuando se hace lo contrario.
La ley del deseo
(España, 1987)
Dirige: Pedro Almodóvar
Actúan: Eusebio Poncela, Carmen Maura, Antonio Banderas, Manuela Velasco
Guion: Pedro Almodóvar
Fotografía: Ángel Luis Fernández
Duración: 102 minutos.