El western de Bob Dylan
Por Erick Estrada
Vans
El mundo sigue revuelto y emocionado con el cumpleaños 80 de Bob Dylan, un artista que ha destacado prácticamente en todos los campos que ha explorado. Y seguramente muchos de nosotros hemos disfrutado de sus apariciones en esos campos tan diversos como el videoclip, la dirección de su propio rockumental (Renaldo and Clara), el premio Nobel de literatura, el activismo, la crítica al poder o el humor subterráneo como la nostalgia de su blues.
Visto desde el cine más allá de ese rockumental sus participaciones son más un homenaje a las posibilidades paródicas de la representación cinematográfica que una aproximación a la solemnidad académica de la que, desde mi punto de vista, ha querido escapar desde siempre. Precisamente por eso tomo como cierta la anécdota aquella que nos señala a Dylan como el personaje (no la persona) que acercó a unos fresísimas Beatles a la mariguana y sus encantos. Basta ver Rolling Thunder Revue, el documental que sobre Dylan y su obra dirigió Martin Scorsese hace apenas unos años. Ahí, según las palabras del propio Bob nada de lo que se cuenta en verdad, pero sabemos, al verlo, que todo lo que se asegura cierto en la película es mentira.
Eso sólo puede hacerlo un contador de historias nato, profesional, que disfrute hacerlo y que sepa hacerlo para disfrutarlo. Y eso es Bob Dylan, un raconteur que escapa de sí mismo ayer para convertirse en sí mismo hoy. Si un actor de teatro puede vivir de manera diferente la misma obra con apenas unas horas de separación entre una función y la otra, Dylan puede hacer lo propio entre canción y canción. Y lo hace porque le divierte, no parece haber otra razón.
Volviendo al cine sería difícil decidir cuál es su mejor trabajo ahí pues, igual que en sus canciones y a través de sus personajes (puedo decir que cambia de piel de manera muy similar aunque sin ser tan evidente como lo hizo David Bowie) es muy probable que haya elegido los proyectos en los que aparece pensando más en las bombas que iba a detonar que en la seriedad o trascendencia de los mismos. Y eso es precisamente lo que hace valiosas a esas apariciones en especial para quienes quieran explorar la vida y las motivaciones del cantante.
El ejemplo ideal de ello es lo que hace en Pat Garret & Billy the Kid, dirigida en 1973 por el infalible Sam Peckinpah con un guion de Rudy Wurlitzer que recogía las preocupaciones personales de Peckinpah alrededor de estos dos personajes de la historia de Estados Unidos. Ahí, escondido en las amistades, las traiciones, los lazos y las puñaladas en la espalda que se reparten estos dos forajidos está la lánguida figura de Bob Dylan. Él es una especie de duende inútil que vaga entre los otros personajes y que une lo único que debe unirse en esta historia de un viejo ladrón que se convierte en alguacil para después enfrentarse a su antiguo compinche: lo improbable.
Dylan es el entrometido, el que está fuera de lugar, quien inquieta a los demás y que parece no alterarse ni por eso ni por nada más y el nombre del personaje confirma todo lo dicho: Alias.
Sobre si se trata de la mejor actuación de Dylan, no lo sabemos, es debatible si tenemos en cuenta que en la música cambia de personaje (y en consecuencia de verdades) de una canción a la otra. Siendo un ensueño de película tampoco se puede asegurar que sea la mejor película de Sam Peckinpah con todo y que se trata de un tema que le atraía poderosamente.
Lo que sí se sabe es que la violenta secuencia de la película en la que suena “Knocking on Heaven’s Door” (una de las canciones más populares de Bob) se ha vuelto emblemática no sólo porque ahí la canción se presentaba al mundo entre los balazos en los que Katy Jurado despide al viejo sheriff (que es al amor de su vida) baleado por la banda de Billy the Kid (interpretado por otro cantante, Kris Kristofferson), sino porque las palabras del sheriff en esa despedida son las mismas con las que inicia la canción: “Mamá quítame esta placa, no puedo usarla más”. Se dice que en una entrevista con Cameron Crowe Dylan le contó que además de hacer la película inspirado en Katy Jurado y en Slim Pikcens (nuestro sheriff) la canción era un llamado a la paz en Vietnam. Habría que pensar en eso. Lo cierto es que canción y escena son uno de los mejores momentos del western cinematográfico.
Aquí les dejo la secuencia sugiriendo que la película completa.