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Gay dentro y fuera del cine

Por Erick Estrada

Sobre la representación de la comunidad gay en el cine se ha hablado mucho. Se ha discutido incluso, y en especial en los últimos años, si es válido o valioso que actrices y actores que no son gay interpreten a personajes que sí lo son. Lo mismo ocurre con quienes elaboran las historias, quienes generan las narrativas: guionistas y cineastas.

Afortunadamente en esos procesos hay siempre intercambio de información. Y afortunadamente el cine ha mostrado poco a poco los espacios que mantiene abiertos tanto para la expresión de la comunidad LGBTI+ tanto en sus filas detrás de cámaras como en las historias y representaciones que ejecuta.

Para nadie es un secreto que desde sus inicios (y de la misma forma que ocurrió en el cine mexicano) Hollywood se ha nutrido del valor, de las historias, del trabajo y de la creatividad de la comunidad gay incluso en los momentos más difíciles y a pesar de obligar a muchos de sus trabajadores y trabajadoras a vivir ocultando sus preferencias sexuales.

Es por ello importante hacer reconocimiento a quienes trabajando en Hollywood (que a veces es tan conservador como liberal) han encontrado el camino no sólo para disfrutar sino para manifestar sus gustos, sus libertades y sus derechos. Ese reconocimiento lo haremos aquí con un pequeño recuento de figuras que si bien no han interpretado siempre a personajes gay han manifestado abiertamente (unos antes que otros) sus preferencias en favor de las libertades de otros, de quienes vienen detrás de ellos.

Rock Hudson.
El primero de ellos es el actor Rock Hudson. En la serie Hollywood (estrenada hace más o menos un año en Netflix) tomaron su historia, la de un actor que debe esconder su homosexualidad para que no se convierta en un obstáculo en su carrera dentro de un Hollywood conservador y anti comunista. Si bien la serie no retrata en realidad lo oscuro del caso ni el verdadero sufrimiento que una persona debe padecer en situaciones como esa sabemos que lo vivido por Hudson no fue sencillo. Más allá de tener que esconderse durante más del 90% de su vida se sabe que al contraer SIDA en los años ochenta y con ello aceptar públicamente su homosexualidad floreció en él una depresión monumental. Una depresión que, hay que dejarlo claro, se debe a la enorme presión y señalamiento social sobre su persona, no sobre el hecho de ser homosexual. Hoy es un icono para la comunidad gay en los Estados Unidos.


Jodie Foster.
Después de una brillante carrera como actriz infantil para la televisión Foster se hizo mundialmente famosa al aparecer en la película Taxi Driver como una joven prostituta de 14 años que detona las inquietudes protectoras de un ex combatiente de Vietnam que no haya su lugar en un mundo sin guerra. Después de ello Foster mantuvo una carrera brillante, ganó premios Oscar y la admiración de la gente y sin embargo siempre ocultó su vida sexual. No fue sino hasta hace muy poco que con la elegancia y elocuencia que la caracteriza (es una mujer realmente culta) declaró que era gay, que era feliz de esa forma y que estaba, por supuesto, a favor de que todos y todas las personas gay tuvieran la libertad de declararlo sin miedo a represalias o descalificaciones. Foster era ya un símbolo de la lucha por las libertades sexuales y ahora es todo un referente para lograrlas y sobre todo para romper los estereotipos sobre la comunidad LGBTI+.


Ian McKellen.
McKellen nació en 1939. Le tocó vivir las décadas en las que de manera retrógada la homosexualidad fue declarada ilegal en la Gran Bretaña. Sin embargo nunca tuvo intención de salir del clóset pues para él se trataba de un asunto irrelevante a nivel personal. Su carrera ha sido siempre exitosa, llena de premios y reconocimientos. Pero en 1988 su transformación en icono homosexual lo llevó a un nivel superior. En una entrevista de radio declaró que era homosexual al opinar sobre la Section 28 promovida por el no menos retrógado gobierno de Margaret Tatcher. La Section 28 prohibía que las autoridades del país promovieran de ninguna manera la homosexualidad o la aceptación de la misma. McKellen dijo en la entrevista que eso era indignante y salió del clóset. Hoy, repito, es un icono que desde ese momento combina una exitosa carrera con la lucha pro derechos homosexuales.


Jane Lynch.
Si bien su carrera se desarrolla primordialmente en la televisión sus cualidades la han llevado a prestar su voz en muchísimas películas y series de televisión animadas convirtiéndola en una de las actrices más populares de estos tiempos. Su fama creció de forma exponencial al participar en la serie Glee que, entre otras cosas, ayudó a muchos adolescentes a reconocer y aceptar su homosexualidad y, por si fuera poco, a romper muchos estereotipos alrededor de los géneros. Lynch tuvo estos problemas. Entre sus recuerdos está el de tratar de vestirse con la ropa de su hermano para tratar de embonar en la idea que su padre manejaba sobre lo que un hijo debe ser, y también el de darse cuenta que era lesbiana a los 12 años, del miedo que esto le causó y de la necesidad que tuvo de ocultar este hecho a todo mundo y a toda costa. Hoy vive felizmente casada con la psicóloga Lara Embry.


John Waters.
Waters nació en 1946 en Baltimore, una de las ciudades más conservadoras en todo Estados Unidos pero desde niño mostró una rebeldía que lo llevó a liberarse de muchos de los prejuicios que lo rodeaban y uno de los mejores ejemplos de ello lo tenemos en su bigote. Lo adoptó en honor a Little Richard, otro rebelde (en el campo de la música) que se movía en los terrenos del rock and roll y su alta carga sexual y cuya imagen andrógina también ayudó a muchos y muchas a reconocerse como gays. Waters, cineasta de lo freak, de lo gore, de lo grotesco, siempre ha incluido en sus películas a personajes homosexuales no como parte de lo freak, sino como las luces del túnel en el que lo gore y lo grotesco florecen. Abiertamente gay vive con su esposo, 29 años más joven que él.

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