Moriyama representa una isla dentro del universo de la fotografía callejera, su estilo marcó a finales de los 60, el desapego a la virtud de la claridad y la objetividad sin caer en la abstracción para ubicarse en medio de dos posturas tan incompatibles como la Coca Cola y la Pepsi.
Comenzó su carrera como asistente de Eikoh Hosoe, tremendo maestro del blanco y negro que inmortalizó a Yukio Mishima, militar y poeta superdotado que murió de la manera más digna, a través del sepuku. (Puedes ver 2 películas increíbles sobre este hombre de letras, una de Koji Wakamatsu y la otra de Paul Schrader).
Gracias a este impulso conoció a Takuma Nakahira y Shomei Tomatsu, las dos visiones detrás del movimiento más relevante de la fotografía documental-callejera en aquella década, PROVOKE. El primero de ellos defendía la necesidad de desvincular la fotografía de cualquier sentimiento e ideología política al ser solo un registro: “Photography needs to stop being art”, mientras que el segundo mantenía la postura realista y comprometida con una causa que hoy persiste en el género documental. La respuesta de Daido fue un punto intermedio, que no lo convirtió en un mediador sino en un radical: “Todas las imágenes tienen el mismo valor”.
En el siguiente documental Memories of a Dog: Daido Moriyama’s Journey to Photography, podrás conocer su historia y su amor por una vida errante propia de un cazador de luz y sombras en las calles decadentes. En su cartografía las avenidas transitadas y modernas no encajan, es el olor del sake y los bares lúgubres lo que llaman su atención. Se trata de una biografía contundente y exacta porque es su voz quien confiesa.