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De Skate Kitchen a BETTY: Crystal Moselle y Skate Kitchen reimaginan una misma historia


Las colaboraciones de Crystal Moselle y Skate Kitchen
Por Amira Ortíz Azuara
Cortesía de Cinegarage

“Estoy enamorada del estado de transformación en la vida de una chica”. La raíz de la adolescencia fascina a la directora Crystal Moselle. Su interés en la formación identitaria y la búsqueda de pertenencia se hace presente en todos sus proyectos, pero hay algo especial en tres de ellos: el cortometraje That One Day (2016), la película Skate Kitchen (2018) y la miniserie Betty (2020). Protagonizados por un grupo de jóvenes skaters de Nueva York, con cada uno Moselledeja evidencia de las posibilidades de reimaginar una misma historia. 

Al igual que con su ópera prima, The Wolfpack (2015), Moselle descubrió a sus protagonistas por casualidad. Dos amigas en patineta en el metro. Una le contaba a otra sobre la chica con la que se había besado. Eran Nina Morany Rachel Vinberg, parte de Skate Kitchen, un grupo de skaters formado por chicas, y que para ese entonces ya era reconocido en la comunidad y contaba con una amplia base de seguidores en Instagram. Moselle se encontró un grupo excepcional de jóvenes que construyó su lugar, en sus propias condiciones, en una subcultura dominada por hombres.

La primera colaboración entre el grupo y la cineasta formó parte la serie de cortos Women’s Tale, de la marca Miu Miu. En That One Day (2016), con Rachel Vinbergen el rol protagónico, una joven skater prueba por primera vez una pista. La hostilidad del ambiente, la inseguridad que provocan las primeras impresiones, se desvanece cuando aparecen dos chicas. La historia habla sobre la construcción de comunidad y amistad. En el corto las prendas más glamorosas de la subsidiaria de Prada se presentan en movimiento, mientras las chicas navegan la pista, que ahora sólo es para ellas.

No es casualidad que este primer filme tenga como origen la moda. A lo largo de los tres proyectos las integrantes de Skate Kitchen dejan evidencia de su evolución de estilo. El diseño de vestuario es parte fundamental en estas historias, donde maquillaje, cabello y ropa son declaración de identidad. Los looks en pantalla se construyeron incorporando elementos de las preferencias de las chicas. Y esto es una muestra del acercamiento de Mosellea sus protagonistas: la incorporación de elementos de realidad, explicados en su origen como documentalista, a la ficción.

Las versiones ficticias de las jóvenes tomaron nuevas dimensiones en el largometraje Skate Kitchen. Rachel Vinbergvolvió al rol protagónico, esta vez interpretando a Camille, una solitaria skater de una pequeña ciudad que busca su lugar en la comunidad neoyorquina. En su viaje de autodescubrimiento, Camille sigue el paso de las mejores amigas Kurt (Nina Moran), Janay (Ardelia “Dede” Lovelace), Indigo (Ajani Russell) y Ruby (Kabrina “Moonbear” Adams), la aspirante a cineasta del grupo.

La cámara en mano sigue a las chicas en patineta dominando el espacio. Skate Kitchen conserva la naturalidad y la chispa del grupo. La armonía no se interrumpe con la participación de Jaden Smith, único actor profesional del elenco. Smithes Devon, el único hombre de la escena que con el que la protagonista se siente cómoda. Pero Devon es también el chico del que Janey alguna vez estuvo enamorada.

En el mundo de estas amigas y colegas no existe la rivalidad sobre la patineta. La cinta se inserta en el concepto de sororidad. La construcción de redes de apoyo es fundamental. Pero estamos ante un universo adolescente, y ante todo, profundamente humano, que cual manada, valora la lealtad sobre todas las cosas. Por ello los enfrentamientos, las emociones a flor de piel y las acciones irreflexivas coexisten en el mismo grado.

En el examen identitario de este proyecto es fundamental la exploración de la sexualidad. El guion se presenta y discute sobre el cuerpo, el sexo y la diversidad sexual, sin hacer mención de categorías o discursos formales. Cada conversación y escena captura la esencia de la intimidad y confidencia femenina, que está lejos de ser idealista. Este balance de tono nos deja con un final abierto. Moselle nos dice que las historias se siguen escribiendo, aun cuando la cámara se apaga.

Y la directora siguió hilando la historia. Esta vez en la forma deBetty, una miniserie de seis capítulos. La nueva adición al SKCU (Skate Kitchen Cinematic Universe, como lo llamó la crítica Iana Murray), coloca a una de sus actrices en el papel protagónico. Moselle explora los mundos de cinco chicas diversas tocando temas como el racismo, el acoso y la homofobia. Las nuevas Kirt, Janay, Indigo, Camille y “Honeybear” (antes Ruby) viven en una especie de verano eterno. Sin edades fijas, sin pistas de responsabilidades inmediatas, el programa presenta una nueva oportunidad para (re)escribir sobre la antesala a la vida adulta.

La palabra Betty hace referencia a una skater joven y relajada. Aunque en este ambiente también puede tener una connotación peyorativa de parte de los hombres. Moselle, que en este proyecto escribe junto a Lesley Arfiny Patricia Breen, vuelve a colocar el ojo en las micro violencias. Dato curioso: las chicas originalmente nombraron a su colectivo Skate Kitchen jugando con la vieja idea de que el lugar de las mujeres está en la cocina. 

El feminismo en Betty, aunque continúa en un entendimiento mainstream muestra una evolución importante en comparación con la película. Al poner en énfasis en cada una de las historias de este grupo diverso la aproximación natural es la interseccionalidad. Si bien lo queer siempre ha formado parte de este universo, en Betty ya no solo presenciamos las andanzas de la estrafalaria Kurt. Ahora seguimos a “Honeybear”, que proviene de un hogar estricto y que, aunque presenta una imagen llena de seguridad, tiene problemas para comunicarse con la chica que le gusta.

Con este nuevo enfoque de estudio, la serie también explora la dinámica racial. El guion es preciso y coloca el tema en una coyuntura familiar: la brutalidad policiaca. Betty no llega a la tragedia, apenas hace una simple mención de lo que significa ser una mujer negra ante la presencia de un uniforme azul. Moselle reconoce su lugar y conflicto viene desde el reconocimiento del privilegio blanco. 

Las reflexiones de las chicas reflejan su proceso de crecimiento. El programa vuelve a cuestionar la sororidad femenina, ya no sólo en pequeñas “traiciones” por aprobación masculina, como le ha tocado a Camille, sino en situaciones más serias y que involucran reflexiones y acciones más profundas, como cuando Janay descubre que su mejor amigo es acusado de abusar de una chica.

Con Betty, Crystal Moselle deja nueva evidencia de las posibilidades de reimaginar una historia. La evolución de cada colaboración es notable, cada vez más cercana a la vida adulta, aunque no por ello menos libre. La serie nos invita a pensar en la posibilidad de construir un futuro (y un presente) más plural y transgresor. Para los espectadores, cada proyecto de este universo es un recordatorio de que es posible.

Betty
(EUA, 2020)
Dirige: Crystal Moselle
Actúan: Rachelle Vinberg, Nina Moran, Dede Lovelace, Ajani Russelly “Moonbear”.
Guión: Crystal Moselle, Lesley Arfin, Patricia Breen.
Fotografía: Jackson Hunt.
Duración: 6 episodios de 30 minutos cada uno.

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