A los mexicanos nos gusta celebrar sí o sí. Por esto o por aquello siempre hay algo o alguien a quien festejarle y recordarle; somos sentimentalistas. Por qué nos habla de lo que somos y dónde estamos, de remembranzas y alegorías. Del orgullo de estar aquí y formar parte de algo tan especial, “chingón, más bien”.
Por eso este día es singular, no se trata del abuelo ni de la revolución; o sí porque aunque es un día con nombre que nace desde 1993 en honor al avispado inventor mexicano de talla mundial Guillermo González Camarena, también nos recuerdo a todo ese grupo anónimo que se la juegan por el ingenio mexicano, labor poco reconocida que está intacta afuera en nuestras calles o hasta en la cocina, donde quiera que vayas.
Tenemos a nuestro propio centauro: mitad bicicleta mitad caja, estructura tubular de preferencia en amarillo; un triciclo galopado que surca el tiempo llevando tamales, fruta, tacos, raspados, bizcocho o cualquier alimento que se ocurra para calmar el inconmensurable apetito del mexicano.
La verdad es que eso ya existía, pero el carrito de los camotes no. Ese es de acá de México aunque parezca sacado de la película alemana de ciencia ficción Metrópolis. Su armado en acero con un tambor – o cilindro – sostenida por llantas mientras un tubo se alarga verticalmente con un silbido que llega hasta el cielo .Es un diseño sin padre, sin dueño; o es que eso somos todos entonces porqué nos pertenece por tradición.
Quien iba a pensar, que ese circulo – casi perfecto – de maíz, de tradición milenaria se iba a consumir en cifras alucinantes de casi 10 millones de toneladas por año. En serio. Pero para que esto sea posible no podía ser coincidencia: primero llego la tortilladora manual, una prensa metálica o de madera para hacer tortillas digna de cada puesto de garnachas; se pone una bola de masa en el centro y después presionas la tapa con la palanca(es recomendable ponerle un plástico para que no se pegue la masa) y está lista para ser cocida en el comal. Ya después, para inicios del siglo XX el buen Everardo Rodríguez estaba planeando llevar esto más lejos con su máquina tortilladora que ya tenía rodillos y troquelado con forma circular. Pero no sería hasta un poco más tarde de la mano de otro mexicano, Fausto Celorio, que inventaría el modelo mecánico que marcaría la base funcional de la maquina tortillera como la conocemos hoy en día y culpable de tantas filas largas. Porque la fila de las tortillas es solo en México.
Obviamente parece que el ingenio mexicano está decidido a implementarse sólo en comida, pero no es así. Fue el mismo Guillermo González Camarena quien nos puso en la mira del mundo al ser el inventor de la televisión a color y entre otras cosas curiosas también son los mexicanos culpables del flotador del baño y por supuesto de la silla Acapulco entre muchas otras. La neta ¡Feliz Día del Inventor Mexicano!